Helena y el aumento de sueldo

Helena y el aumento de sueldo

Helena y yo decidimos pedirle un aumento de sueldo a nuestro jefe. Sabíamos que no podíamos aspirar a un ascenso dentro de la Empresa, pero al menos queríamos mejorar nuestra entrada de dinero. Ambas nos presentamos en su oficina y el hombre dijo que lo consultaría y más adelante nos daría una respuesta.
Pasó una semana entera y no tuvimos novedades. Un sábado por la noche se hizo una gran fiesta a todo trapo para conmemorar un nuevo año de la Empresa y naturalmente fuimos invitadas con nuestros esposos.

Pensé vestirme sexy pero no demasiado llamativamente. Me decidí por un vestido largo de color negro, con un profundo escote en la espalda que dejaba ver mi buen bronceado, un tremendo tajo en un costado por donde asomaba mi torneada pantorrilla y por supuesto unas lindas sandalias de taco alto que estilizaban todavía mejor mis largas piernas.
La fiesta era en una gran mansión de tres pisos, con amplios jardines, una interminable piscina, largas escalinatas y muchas habitaciones.

Al entrar al salón principal sentí las obscenas miradas de muchos hombres sobre mi cuerpo. Supongo que les llamaba la atención mi espalda desnuda y mi cola redonda.
Rato después llegó Helena con su adorable esposo. Ella realmente recibió muchas más miradas lujuriosas por parte de los hombres y muchas miradas asesinas por parte de sus mujeres. Se había recogido su largo cabello rubio en un rodete muy sexy, llevaba un vestido color dorado muy corto, con un increíble escote que dejaba ver el surco de sus hermosas y firmes tetas, sus interminables piernas que tanto me excitan, torneadas gracias a unos altísimos tacos de aguja.

Observé bien su hermoso y firme culo, calculando que no usaba ropa interior bajo ese vestido. Era una visión increíble hasta para mí misma, acostumbrada a enredarme en ese cuerpo celestial.
Dejamos que nuestros esposos hicieran sociales con gente perfectamente desconocida y nosotras nos fuimos a dar una vuelta por el parque. Encontramos un lugar bastante oscuro y apartado para fundirnos en un prolongado beso, mientras nos acariciábamos mutuamente.
Helena metió su mano por el tajo de mi vestido hasta encontrar mi diminuta tanga, la que corrió a un costado para hundir sus dedos en mi ya humedecida concha.

Por mi parte, la atraje hacia mi cuerpo y deslicé mi mano por su culo, encontrando que no me había equivocado al pensar que no usaba ropa interior. Su concha estaba ardiendo, mucho más húmeda que la mía, su lengua exploraba mi boca y me provocaba una sensación muy parecida a un orgasmo. Así estuvimos un buen rato, besándonos, acariciándonos y sintiendo nuestros cuerpos fundidos en uno solo, hasta que decidimos regresar al salón principal.

La fiesta no era demasiado divertida, había gente bailando, pero la mayoría parecía entretenerse conversando en pequeños grupos.
En un momento Helena se me acercó, diciendo que nuestro jefe nos esperaba en una habitación del primer piso. Observé a mi esposo muy entretenido en una charla con la esposa del contador (una veterana morocha muy apetecible, aunque siempre nos dio la impresión de ser ultra heterosexual) y entonces imaginé que podía hacerme una escapada sin que él notara mi ausencia.

Seguí el hermoso culo de mi amiga escaleras arriba y entramos sin golpear en una de las habitaciones.
Nuestro jefe, el Licenciado Ferro, estaba allí, muy cómodamente apoltronado en un gran sillón, en mangas de camisa, disfrutando de un vaso de whisky. Se levantó apenas nos vio entrar, sonriendo casi con lascivia. Se quitó la corbata y nos dijo:
“Señoras, ya que voy a aumentarles el sueldo, espero también algo a cambio”, mientras se desabrochaba la bragueta del pantalón y sacaba una verga interesante, considerando que todavía no estaba muy erecta.

Me acerqué felinamente hasta rodear esa cosa con una mano, acercándome a susurrarle al oído que yo le era fiel a mi esposo, pero que Helena iba a satisfacerlo en nombre de ambas.
Sentí que su verga se endurecía en mi mano, mientras Helena se acercaba a él balanceando sus caderas. Sin dejar de mirarlo a los ojos se apoyó con ambas manos sobre ese fuerte pecho de nuestro jefe, comenzando a descender hasta quedar en posición de cuclillas frente a él.

Entonces desprendió esa enorme verga de mi mano que todavía la estaba acariciando y comenzó a lamerla muy suavemente, pasándole esa sedosa lengua que tanto placer me provoca en nuestros encuentros.
El Licenciado cerró los ojos y comenzó a suspirar profundamente, mientras se iba quitando la ropa muy despacio. Helena ya se estaba metiendo ese pedazo de carne endurecida en su delicada boca y le provocaba la mejor de las mamadas que el tipo se hubiese imaginado.

Por mi parte, me agaché detrás de mi amiga y deslicé una mano entre sus hermosas nalgas desnudas, sintiendo la cálida humedad de su dulce conchita. Comencé a acariciarle el clítoris y a meterle mis dedos, haciendo que gimiera de placer. Casi enseguida acabó sobre mis dedos, dejando por un momento su boca libre para poder jadear un poco más fuerte.
Nuestro jefe seguía disfrutando de la mamada, hasta que abrió los ojos y levantó a mi amiga por los brazos, diciendo.

“Ya es suficiente, Helenita, quiero cogerla ahora mismo”
Mi amiga entonces se levantó su breve vestido hasta la cintura y apoyó su hermoso culo en el respaldo del sillón, ofreciéndole sus piernas bien abiertas y sus labios vaginales ya bastante dilatados por mi toqueteo. El tipo ya estaba desnudo, mostrando un cuerpo todavía apetecible, bien trabajado por horas de gimnasio… realmente casi estuve tentada de cambiar el lugar con mi amiga… Se acercó tomándose la poderosa verga con una mano y se la apoyó a Helena contra sus enrojecidos labios vaginales, jugando un poco con ellos antes de penetrarla.

Ella soportó el jueguito por unos instantes, hasta que ya no pudo aguantar más y le suplicó que se la metiera de una buena vez. Eso era lo que esperaba él, ya que de repente se impulsó hacia adelante y se la clavó hasta el fondo en una sola embestida. Ella gimió pero tuve la impresión de que no era por dolor, ya que siempre alardeaba de la enorme poronga que cargaba su lindo maridito.

Ambos comenzaron a moverse, ella serpenteando, sus hermosas piernas abrazando las caderas de él, que la cogía bien duro mientras la quemaba con una mirada cargada de lujuria y deseo. Estuvieron un buen rato así, jugando a entrar y salir, hasta que Helena echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un aullido salvaje, haciéndonos saber que había alcanzado su primer orgasmo. El Licenciado no alteró su ritmo de bombeo, por el contrario, comenzó a darle todavía más fuerte, con embestidas cada vez más violentas.

De repente se salió del hermoso cuerpo de mi amiga y le pidió que se diera vuelta.
Laura obedeció, pero también le adivinó el deseo, así que le pidió un poco de delicadeza si se la iba a meter por la cola. El jefe ni siquiera la escuchó, le dijo:
“Hace rato que sueño con romperle esa hermosa cola, siempre me ha gustado”
Del escritorio trajo un tubo de gel y esparció una buena cantidad sobre su todavía endurecida pija.

Luego se dedicó un rato a preparar el ano de Helena, que se veía bastante estrecho. Hizo que mi amiga se reclinara sobre una mesa de roble y muy despacio fue metiéndole la enorme poronga en ese delicado y suave culo. Helena abrió la boca para gritar, pero no pudo emitir ningún sonido. Me acerqué a ella y le comí los labios con un beso bien húmedo, sintiendo que nuestras lenguas se acariciaban.
Sentí una mano de mi jefe que se estiraba y rozaba mis labios vaginales por encima de mi tanga, pero suavemente se la retiré, mirándolo para recordarle y hacerle entender que solamente podría cogerse a Helena.

Ella seguía acariciando mis labios con los suyos. En un momento se desprendió del beso y me susurró al oído: “este turro me está matando con esa pija”. Después sonrió y me miró fijamente a los ojos, dedicándome todo su placer. Casi enseguida tuvo un orgasmo bien silencioso, que me dedicó solamente a mí, sin que el jefe lo notara.
Nuestro buen jefe me recordaba a un superhombre, llevaba un buen rato bombeando y no parecía que fuera a cansarse jamás, pero repentinamente incrementó su ritmo y en pocos segundos abrió la boca para dejar escapar un sonido gutural, indicando que por fin se había descargado dentro del culo de mi amiga.

Se la sacó muy lentamente, todavía bien dura, dejándose caer sobre el sillón. Entonces me miró diciendo: “Ahora es su turno Ana, podría limpiármela?”. Helena se rio a carcajadas y le espetó: “Ella coge solamente conmigo y con su esposo, nadie más la toca!”. Le expliqué que Helena había cumplido nuestra parte del trato y que no insistiera más, luego de lo cual pareció convencido y nos pidió que nos fuéramos y lo dejáramos descansar.

Bajamos al salón principal con una expresión divertida en nuestras caras, Helena dijo que jamás nadie le había maltratado la cola de esa manera, pero que había gozado como una verdadera perra. Nuestros esposos seguían conversando con gente que ni siquiera conocíamos y naturalmente, ni se habían percatado de nuestra ausencia.
Pasamos junto a la esposa del contador, que estaba de espaldas y Helena le pellizcó el culo. La mujer hizo un gesto de sorpresa, pero al girar se encontró con nosotras y entonces su expresión cambió por completo.

Tuve la leve impresión de que le había gustado.
Intercambiamos una mirada cómplice con Helena, pero eso ya es otra historia….

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